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La anticoncepción no es mala porque así lo diga el Papa, sino que el Papa lo dice porque es mala. Es decir, por poner un ejemplo, las familias católicas no están abiertas a la vida por obediencia a Pablo VI, sino porque ésa es la voluntad de Dios para los casados. La Iglesia no se inventa la moral o la fe, imponiéndolas por su autoridad de forma voluntarista, sino que las recibe de Dios, como un don y un mandato. La doctrina y la moral no son objeto de obediencia, sino más bien de fe. Igualmente, la obediencia de los religiosos sólo existe dentro de la regla. Por ejemplo, nuestro párroco no puede ordenarnos la marca de coche que debemos comprar, por poner un ejemplo absurdo, porque esa decisión no corresponde al ámbito de la obediencia que se le debe. La obediencia cristiana tiene sus propios ámbitos, que no puede sobrepasar. Eso sí, entendiendo bien lo que es la conciencia. También es algo clásico, que ya enseñaba Santo Tomás. La obediencia cristiana nunca puede ir contra la propia conciencia. Y, si lo hace, su orden no tiene ninguna autoridad y es un deber cristiano desobedecerla. Un abad no puede mandar a los monjes que roben o que cometan actos inmorales. Es algo clásico, pero, por todo lo que se ha escrito sobre el caso Maciel, parece ser que resulta desconocido para mucha gente. La obediencia cristiana nunca puede ir contra la ley de Dios. Presento aquí cuatro matizaciones (sólo son lo primero que se me ha ocurrido sobre el tema): Propongo, pues, que pensemos sobre el tema para hacer las matizaciones necesarias y entender bien el sentido de la obediencia cristiana, que es camino de libertad plena para el cristiano pero, si se entiende mal, puede llegar a ser la más dura de las esclavitudes.
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Por no hablar de que la obediencia es algo fundamental para quien sigue a Aquel que «se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz».Įsto debería hacernos pensar que el problema no está en la frase, sino en malas interpretaciones de la misma.
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Hay que tener en cuenta, sin embargo (o sed contra, como dirían los escolásticos), que la frase tiene su origen en un estupendo texto de San Agustín: «el que obedece cumple siempre la voluntad de Dios, no porque la orden de la autoridad sea siempre conforme con la voluntad de Dios, sino porque es voluntad de Dios que se obedezca a quien preside». Pero incluso dentro de la Iglesia, todos podríamos citar casos en los que una obediencia mal entendida ha dado muy malos resultados.
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Aunque, más bien, habría que decir que la obediencia en sí misma tiene bastante mala prensa fuera de la Iglesia. ¿Será verdad aquello de «el que obendece nunca se equivoca»?, ¿existe la posibilidad de que el cristiano renuncie a su razón, a su conciencia y a su libertad y los sustituya por pura obediencia?, ¿no se convertiría un fiel en una especie de «zombi católico» al siempre obedecer?Įs evidente que ese popular aforismo no tiene buena prensa fuera de la Iglesia.
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